ezequiel teodoro
De todos los narradores, el más sencillo, quizá incluso aquel que se usa de forma intuitiva, es el prota. Y es intuitivo porque es lo que hacemos desde pequeñitos: contar lo que nos ha ocurrido. Ya nos pasaba en el colegio con las famosas redacciones. A ver Pepito, ¿qué has hecho estas vacaciones? Yo he ido con mis padres a la playa…
Es un narrador que no necesita de nadie. Incluso ni a otros personajes. Pongamos el caso de Robison Crusoe. Era el único personaje de la isla, al menos hasta que llegó Viernes. De tan fácil que parece, el escritor principiante suele escogerlo entre todos los demás. De hecho, éste y el narrador Dios son los más elegidos a la hora de iniciar la aventura de escribir.
Pero no suele ser muy efectivo. Es más, puede dar al traste con la novela con la misma facilidad con que lo escogimos en su momento para iniciar la misma. ¿Y por qué? Porque nos solemos olvidar que el prota que nos cuenta la novela es un personaje, y como tal debe actuar. Y eso no es tan fácil como en principio nos debe parecer. Sobretodo teniendo en cuenta que debemos de huir de las autobiografías, que no interesan a nadie, creedme.
Para elegir un buen narrador prota debemos dotarle de mucha personalidad, de una personalidad muy clara. De su propia voz. Más incluso que en el caso de otros personajes, pues de que nos lo creamos depende que se sostenga la novela o no.
Un narrador prota debe contar, como decía, con autenticidad, y con una forma de hablar, de pensar, de actuar, muy suya. A veces incluso desordenada. Porque al fin y al cabo es un personaje, y como tal debe actuar.
Ejemplo de dos diferentes protas serían Huckleberry Finn de Las aventuras de Huckleberry Finn, del genial Mark Twain, y la Colometa, de La plaza del Diamante, la obra de Mercè Rodoreda. El primero es un adolescente que se cría en la calle, y que por tanto usa un lenguaje propio de alguien de la calle, pero además usa construcciones descuidadas, repite, habla de tú al lector, etc. Vamos, un pillo desvergonzado. La Colometa es tímida, ingenua, pero muy correcta en el lenguaje, más estándar.
Pero en ambos se da la misma circunstancia: hablan de lo que ven, de lo que sienten, de lo que piensan. Dicho de otro modo, las limitaciones de este narrador es que ni puede hablar de lo que no ha visto por sí mismo o le han contado, y no puede saber el futuro aunque lo pueda intuir. Es un narrador subjetivo, y eso puede enriquecer el texto, pero también deformarlo para presentarte el mundo que sus ojos ven.
El prota ofrece mayor sensación de cercanía, impulsa la subjetividad y la intimidad, lo que permite conocer más la parte humana del personaje, pero supone un acceso limitado a los conocimientos y contiene el peligro de no resultar auténtico. Además, en las narraciones de intriga o de aventuras disminuye las expectativas del lector, pues sabemos que él sobrevive, y lo más importante: corremos el riesgo de hablar demasiado de nosotros mismos.
El autor
ezequiel teodoro nació en Ceuta en 1971. Ha escrito desde muy joven relatos y poesía, encauzando posteriormente sus inquietudes literarias hacia el periodismo, que ejerce desde 1989. Ha publicado la novela El manuscrito de Avicena (Entrelíenas, 2011), de la que ha vendido hasta ahora más de 6.000 ejemplares, y ha publicado relatos en distintas revistas y en dos colecciones: la colección de relatos del Ateneu barcelonés de 2010 y en 666, una colección de relatos de terror de paraiso4.com