Soñar es fácil, y gratis. Solo hay que recostarse en la cama, en un sofá, en el coche, incluso dentro de un saco de dormir, y dejarse mecer por las olas del subconsciente hasta alcanzar la fase REM, la más profunda. ¿Pero y si también los pudieras experimentar despierto?
Soñar, al fin y al cabo, es desear. ¿Qué has deseado tú siempre? ¿Qué es aquello que te motiva, qué te hace levantarte cada mañana? ¿En qué piensas cuando la idea de felicidad te ronda la cabeza? Y digo bien, en qué, no en quién. Se pueden conseguir objetivos, metas, cambios internos, incluso cosas materiales, pero no personas. Las personas son independientes unas de otras, por lo que no se pueden tener.
Centrémonos, pues, en sueños que dependan de nosotros mismos. No de otras personas. Conseguir una novia o un novio, que la chica del tercero izquierda nos haga caso en el ascensor, que el compañero de trabajo se fije por fin en nosotras, no es un sueño que podamos materializar por nosotros mismos. Depende también del otro.
Por tanto, lo primero que debemos aprender es a situar el punto de felicidad en nuestro interior, no fuera de nosotros. Ese es un buen primer sueño a cumplir. Si somos felices con nosotros mismos, si somos positivos, si estamos sanos emocionalmente hablando, atraeremos a las personas adecuadas como la luz a la polilla. Pero no funciona al revés.
Y ahora sí. Después de leer esto, amigo/a, cierra los ojos. Solo un momento. Oye tus propios latidos, aminora tu respiración, trata de alejar tu mente del ruido diario. Y sonríe. Tras ello, deja que venga solo ese sueño que tanto buscas. Unos lo sabréis pronto, incluso antes de cerrar vuestros ojos, otros no lo tendréis claro hasta mucho más tarde, algunos quizá nunca.
Desear algo es importante, pues lo materializamos conscientemente, pero después hay que pensar que de verdad lo queremos. Y luego ser positivo. No se admiten pensamientos como «es imposible», «jamás me pasará a mí», «yo no soy capaz». Al contrario: «lo voy a conseguir», «soy capaz de hacerlo», «si otros pueden, ¿por qué no yo?».
La siguiente fase es confiar. Decía Wayne Dyer, autor de tus zonas erróneas y director de The shift, que si las bestias del campo y las plantas no se preocupan por lo que comerán al día siguiente, ¿por qué nosotros, que somos infinitamente más importantes, nos debemos preocupar? Confiar, tener fe, y dejarse mecer por el viento es clave para que los sueños se materialicen.
Eso sí, también trabajar. Confiar y trabajar cada día. Proyectémonos en una vida en la que ya hemos cumplido nuestro sueño, y, como la hormiguita, arrimemos el hombro un poquito cada día con la confianza de que trabajando nos ocurrirán cosas buenas.
Por último, un pequeño secreto: sonreír funciona, eleva los niveles de dopamina, la hormona de la felicidad, mejora el riego sanguíneo, reduce los miedos interiores, te aporta confianza, y transmite una calidez a los demás que ellos te devuelven. Practícala en el metro, en el autobús, por la calle, en un restaurante. Sonríe. Es el aderezo perfecto para que nuestros sueños lleguen antes.
¿Pero quién soy yo para hablar de sueños?