Lo miro sentarse desde mis ojos de recién estrenado en esto de la literatura. Es mayor que yo, pero no mucho, apenas cinco años. Se sienta y descubre la novela que estoy leyendo. “¿Qué te parece?”, me pregunta. La ha leído. Y no me extraña. Se mueve bien en la novela negra. Conoce a sus autores, los de fuera y los de aquí. Conoce bien su estructura, cómo sacarle partido, pero además, dicen los críticos y no pocos lectores, escribe muy bien. Quizá porque es escritor temprano, con 16 años ya, asegura, “estaba profesionalizado”, o tal vez porque sigue los consejos de su padre a pies juntillas. “En tu trabajo cuida de las herramientas”, le advertía. Y éstas en literatura no son otras que las palabras Seguir leyendo