A Paco Gómez Escribano tuve la suerte de conocerlo en las redes sociales primero, y luego offline (que es como se dice ahora in person) en una de mis promociones de El manuscrito de Avicena. Me cayó bien desde el principio, sobretodo porque es un tipo auténtico y con un estilo muy propio. Quién lo ha conocido, sabe lo que digo. ¿Verdad? Y es que, como él mismo ha puesto de moda, No somos na…
Y hasta ahí la persona. Que ya es mucho. Pero es que luego llegó el autor, pues después de conocerlo fue cuando leí su primera novela, El círculo alquímico, de Ledoria, una novela ambientada en Toledo y una mezcla de géneros, desde el esotérico al policiaco, pasando por el de aventuras. Aquella primera novela publicada por Paco me gustó. Pero me ha entusiasmado su tercera novela (pues su segundo trabajo, Al otro lado, aún no lo he leído). Yonqui, de Erein, posee un estilo propio y diferente a cuánto he leído. Es una novela auténtica, con un protagonista y al mismo tiempo narrador tan creíble que te traslada sin ningún esfuerzo a los años 70 y 80, a ese Madrid convulso de El Pico o Perros callejeros.
El lenguaje usado, la trama, la ambientación, el ritmo…, todo en la novela está ideado para hacerte sentir en el centro de la delincuencia juvenil del Madrid setentero, robando un loro o chutándote caballo. Pero no es una novela de Madrid o sobre Madrid. Seguramente se podrán sentir identificados en Bilbao, Barcelona, Sevilla, e incluso fuera de nuestras fronteras. En todas las ciudades hemos sufrido una época parecida, con, como dice Paco, una guerra que no era guerra pero en la que se sufrieron muchas bajas por la droga y la desesperanza. Algunos llamaron a aquello desarrollismo, yo digo que fue deshumanización, una deshumanización que se llevó por delante a muchos de los hijos de esos inmigrantes que llegaron a las grandes ciudades en busca de un futuro y se encontraron con la mugre, la miseria, el hacinamiento y, unos años más tarde, con unos hijos que no estaban dispuestos a soportar lo mismo que sus padres y que harían cualquier cosa por conseguir lo que la sociedad les negaba.
En ese ambiente nos encontramos al botas, un adolescente vecino de Canillejas (curiosamente un barrio en el que yo he vivido y que ya, afortunadamente, no tiene nada que ver con aquel de los 70) hijo de una familia desestructurada (que es como se dice ahora cuando lo que se tiene es un padre borracho y una madre enganchá, o algo así). Pero es un tipo legal, dentro de lo que allí se puede considerar legal. Tiene su propio código. Es verdad que roba y se mete de todo, pero eso forma parte de su vida, de la vida de su barrio. Lo que sorprende, al menos a mí, es que aún así es un tipo que quiere hacer algo en la vida y que además cuando tiene la oportunidad es un buen tío. Quizá si hubiera nacido en el barrio de Salamanca, hubiera llegado muy lejos. Pero entonces no tendríamos novela, claro.
No esperéis una historia con una trama de género, es decir, con un obstáculo que el protagonista tiene que vencer, ya sea encontrar un manuscrito, descubrir al culpable de un asesinato o cosas parecidas. Es una historia de personaje, de ambientación, del día a día de un barrio y de una forma de vida. Estoy seguro de que os gustará y, nunca mejor dicho, os enganchará…
¿Quieres robar un loro o meterte un chute sin peligro? http://t.co/D836IWyKh5
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Reseña de «Yonqui» @ereinargi en el blog La Fruta Madre, por @EzequielTeodoro
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