Diego Pérez
Ezequiel Teodoro, amigo y compañero de andanzas literarias, es el promotor de esta idea. Él es quien ha tomado la iniciativa de unir a un puñado de locos por las letras para que aquí plasmemos las experiencias, anhelos, logros y también las frustraciones que nos ha procurado nuestra inmersión en este cada vez más proceloso mundo de la literatura.
Esto no implica que sea más complicado ni menos accesible, más bien al contrario, que las aguas de todo lo que comporta la literatura (edición, publicación, distribución…) anden revueltas por el fenómeno Internet, puede beneficiar a los que quieren entrar sin que su entorno vital se haya desarrollado en las proximidades de este mundillo.
Quitaos el miedo. Por muy lejano que veáis el mundo a veces cegadoramente glamuroso de los premios literarios, las doctas tertulias o las entrevistas de eruditos mediáticos, por regla general, sus protagonistas no tienen más capacidad intelectual que la media.
Fuera complejos, adiós al yo no puedo, liberaos de los corsés mentales que no os dejan crecer como personas creativas porque los antiguos convencionalismos limitaban el acceso a la creación literaria para algunos afortunados. ¿Conseguiste quitarte los complejos y los miedos? Pues al trabajo. Sí, sí, hoy es buen día; siquiera media horita. Seguramente se convertirá un dos o tres horas y echarás la tarde, pero en principio y para vencer a la posible pereza, ponte metas asequibles; media hora después del descabezado de una efímera siesta no parece ningún reto inabarcable.
Toma la herramienta con la que escribas y busca una habitación tranquila de la casa. ¡Vaya! Qué fatalidad, tu casa tampoco tiene habitaciones de sobra; bien, ese no es problema, un lugar muy socorrido, a la vez que tranquilo, es el retrete.
Esta opción sólo tiene un inconveniente: como lo más normal es que compartas la casa con lo que hemos convenido en llamar un ser querido, es casi seguro que cuando estés empezando a coger el aire a esa historia que te abordó la cabeza y que, sin duda, será el pilar en el que se apoye la intelectualidad futura; al otro lado de la puerta que te aísla en tu mundo casi místico se oirá un rotundo: “Vamos, sal, que me estoy meando”.
Bien, ese es el momento, y no antes, de que salgas del aseo sin dejar de escribir, mientras caminas, esa palabra definitiva para la buena comprensión del relato, pero que al trasladar a limpio nunca entenderás.
Ya superasteis vuestros primeros miedos y encontrasteis, por fin, el rinconcito de vuestras casas donde os dejan tranquilos con vuestras rarezas; con tal de que no molestéis… Bien, pues comenzad a escribir ¿Que no sabéis cómo empezar? ¿Que solo se os ocurre el “erase una vez”? Seguro que tenéis muchas ideas abstractas en vuestras cabezas y no sabéis cómo plasmarlas en el papel, cómo definirlas. A mí también me ocurre.
Creo que todos los que tomamos alguna iniciativa creativa, de un modo u otro, tenemos esas crisis de las hojas en blanco. Os diré lo que a mí me sirve, la forma en que yo rompo el blanco de la hoja.
Con independencia del estilo de narración que queráis escribir: fantástico, romántico, tema social…; comenzad con algo cotidiano, con algo que no suponga un esfuerzo de imaginación superlativo: los niños salen del cole…, la gasolina está por las nubes…, no hay quien duerma con este ruido…
Como veis, cualquier acto cotidiano sirve para comenzar un buen relato; de este modo, una idea va ligándose a otra, como las caóticas hileras de hormigas que finalmente forman una comunidad bien organizada, así podéis ir creando un camino que seguro desembocará en una narración en la que podáis dar rienda suelta a los deseos de explicar desde vuestro punto de vista los problemas, alegrías, desengaños, frustraciones, enhorabuenas o cualquier emoción que queráis compartir con vuestros lectores.
Es posible, casi seguro, que a medida que vayáis avanzando en el relato, sintáis como se desconecta del principio de la narración. Seguramente, ha llegado el momento de llevar a cabo lo que más traumatiza al creador, más que la no publicación, más que el silencio de los editores; el momento en el que se hace callo en el corazón de todo escritor es cuando se toma conciencia de que has de cortar parte de tu obra. En la próxima entrega intentaré ayudaros a digerir bien el imprescindible trabajo del borrador.
Biografía
Diego Pérez Carpeño nace el año 1965, en Madrid. Tras un efímero paso por la escuela comenzó a trabajar en un pequeño negocio familiar apenas iniciada su adolescencia.
Con la formación autodidacta que su afición por las lecturas más diversas le procuró, fue conducido a su actual pasión por la escritura de un modo un tanto azaroso, cuando una buena amiga le planteó la posibilidad de plasmar en un libro las experiencias que su profesión de taxista le había procurado en los últimos veinte años. No solo aprovechó aquella oportunidad, sino que desde entonces quedó enganchado al teclado de su ordenador de un modo apasionado.
Después de la publicación de su primer libro, “Anécdotas de taxistas” (Ediciones Cúpula y Círculo de Lectores), siguió escribiendo relatos (entre otros: “Mefisto y la maldición del viento”, finalista en el concurso de cuentos “Encuentro entre dos mundos”, en Ferney-Voltaire, Francia) con los que colabora en Liebanízate, página de interés cultural y social.
Su última novela, “Guillotina para títeres”, a la espera de su pronta publicación, es una crítica sobre el actual estado de la sociedad, con el humor como base sustentadora. Otros proyectos literarios, aún en fase embrionaria, sigue compaginándolos con su trabajo de taxista de Madrid; profesión con la que, asegura, sólo se enriquece su cuenta de experiencias humanas, eso sí, de un modo sustantivo.
¡Estupendo, Diego!
El oficio de escribir se aprende escribiendo, decía Simone de Beauvoir. Gracias por este blog.
Que me perdone Simone de Beauvoir, pero el oficio de
escribir se aprende leyendo y mucho más de lo que jamás
llegues a escribir.
Independientemente de cómo se aprenda más el oficio de escribir, gracias por el artículo. Y aconsejo la biblioteca, no hay mucha privacidad pero es bueno para evitar otras distracciones que en casa parece que se te echan encima. Un saludo!