En un país en el que cada día hay menos lectores, en el que la literatura se ha convertido en un modo de ocio que compite con Facebook y pierde claramente, en el país de Cervantes, de Lope, de Cela, ¿por qué no?, de Pérez Reverte y Almudena Grandes, en este país cabe que un estamento democrático y bien considerado como el Cuerpo Nacional de Policía ¿no permita a uno de sus agentes promocionar sus libros? ¿Es eso lo que sucede?
Un escritor, Esteban Navarro, publicado más de una decena de veces, respaldado por autores como Lorenzo Silva —reconocido defensor de la Guardia Civil en sus novelas—, finalista del Premio Nadal, ha tenido que suspender sus actos literarios por que Asuntos Internos de la Policía Nacional piensa que usa su uniforme para vender libros.
Señores, en un país donde se acorrala a los libros, donde la corrupción campa a sus anchas en la política, la banca, el fútbol…, ¿podemos anular a un autor que difunde cultura, a un autor de pico y pala, que recorre el país defendiendo sus libros? ¿Es que Asuntos Internos, o como quiera que se llame, no tiene otras cosas mejores que hacer? ¿No hay irregularidades en el Cuerpo Nacional de Policía que investigar?
Como editor y autor, pero sobre todo como lector y defensor a ultranza de las libertades, no puedo quedarme impasible ante un hecho tan lamentable. Cuántos policías, guardias civiles, militares, si cabe, ejercen otra profesión en su tiempo libre, y en muchos casos relacionadas con la seguridad. Y conozco unos cuantos casos. Que un agente de policía escriba y promocione sus libros no solo no hace daño a nadie, sino que además contribuye a sostener un sistema cultural que hace agua por todas partes, y que nos va dejando cada vez más huérfanos de nuestro pasado y más indefensos, porque la cultura, la literatura, es un arma que arma, valga la redundancia, nuestro cerebro. Nos hace más seguros y más libres, dos de los objetivos que debe proteger el Cuerpo Nacional de Policía.
Espero que todo esto no sea más que un malentendido. Por que si no es así, perderemos un buen escritor, pero más allá de eso, perderemos una parte de nuestra libertad, porque hoy es un policía quien no puede escribir y promocionar, mañana será un administrativo el que no podrá leer según qué cosas, y pasado todos llevaremos uniformes grises y ficharemos al entrar y salir.
Por último, no me queda otra que instar fervientemente a asociaciones de autores, de editores, de lectores, a que se impliquen y no permitan hechos como este. CEDRO y la SGAE deben protestar ante un despropósito semejante.