Diario del camino. Día 6.

Hoy ha sido un día solitario por elección. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, mi hijo y yo hemos recorrido la mayor parte del camino cada uno por su lado, reuniéndonos sólo para descansar. Y eso ha convertido el camino en un refugio para nuestras mentes. Pero empecemos por el principio. Poco después de dejaros ayer, nos fuimos al centro de Pontevedra. Como llegamos tarde al albergue, no había camas libres, así que nos mandaron a un pabellón (esto os puede pasar con mucha facilidad y debéis tenerlo en cuenta a la hora de hacer vuestra planificación).

El pabellón, en realidad el polideportivo de un colegio, estaba situado junto al centro y, lo mas importante, no tenía hora de cierre. De modo que por primera vez pudimos salir a cenar y disfrutar de Galicia hasta tarde. Pontevedra es una ciudad con espíritu de pueblo, y además ayer estaba en fiestas; calles empedradas con abovedados soportales, una iglesia neoclásica, fachadas de pétrea compostura y aroma a medievo. Me enamore de su historia. Y luego de sus gentes. Una banda de música tocaba pasodobles en la calle mientras la gente coreaba las canciones, poniéndole voz a la música. Las terrazas repletas de mesas ocupadas, los olores de la cocina gallega, las risas de los niños, el dulce acento de los gallegos…

Era una noche mágica, que fue a mas durante la cena. La noche es propicia a las confesiones para el caminante, ávido de explicar qué le ha corroído durante las largas horas de marcha por senderos y carreteras, atravesando puentes y pasos a nivel, encaramandose a montañas y bajando pendientes rodeado de un vergel de naturaleza; siempre, siempre, con el burbujeo, el chapoteo del agua, siseando por todos los rincones. Mi sorpresa fue mayúscula pues esos caminos habían llegado ya al corazón de mi hijo, creándole dudas, preguntas, necesidades de averiguar, y no hay mejor aprendizaje que una pregunta. Cuando surge, la luz esta empezando a alumbrar. Hay mas bondad o maldad en el mundo? No supe responder.

Crecía su madurez ante mis ojos, y yo pensando que solo estaba allí para ligar! El camino me lo transformaba. Que significa que hasta la luz mas pequeña puede iluminar un gran habitación? Una cena trufada de reflexiones que le llegaban solas a la boca, que emergían de su garganta lentamente pero sin pausa. Ahí estaba el camino. Lo veía en sus ojos, en sus temblores al hablar. Su camino ya había empezado. El mío sin embargo aun tardaba. Aquella noche oí mucho mas de lo que hable, y fue un acierto. Hoy nos levantamos tarde, la noche había sido larga y el peso nos lo llevamos a la cama.

En el pabellón hacia rato que los peregrinos salían de tanto en tanto hacia Santiago. Nosotros nos perdonamos la tardanza y comenzamos a las 10.30 horas. Atravesamos campos de margaritas, maizales de alto tallo, dejamos atrás parras de uva pequeña y aun sin madurar y arboles de tronco verde por el liquen y las hojas que se encaramaban en ellos. El sonido del agua nos perseguía. Hoy hacia calor pero durante la mañana las nubes fueron buenas compañeras; en la tarde las echamos de menos pues los rayos cayeron a plomo sobre nuestras cabezas durante unos 9 kilómetros. Paramos a comer en una venta que había comprado todo el paisaje para regalárselo a los clientes en su terraza. Ya por la tarde, una vez duchados y descansados, nos acercamos a unas cataratas con pozas para el baño que distaban kilometro y medio del albergue.

Mouriño de Barosa. Apuntadla. Un paraje extraordinario. Aguas limpias y frías rajaban la piedra resbalando desde lo alto de la montaña. Para los pies una salvación. Para el espíritu una recompensa. Hoy conocimos a unos cuantos peregrinos mas; Xavi, un catalán dueño de una agencia de viajes nos hablo de sus aventuras en países imposibles de pronunciar, a la maestra la volvimos a encontrar y nos regaló su sonrisa y sus consejos a padre e hijo. Alemanes, portugueses, italianos y estonios dormirán hoy con nosotros. Simpáticos, abiertos, parlanchines. Esta noche promete una larga velada.