Diario del camino. Día 1.

El camino empezó con ánimo e ilusión para ambos. Como todo lo que no se conoce, parecía fácil; así que los dos bromeábamos mucho y caminábamos sin apenas preocupaciones en una mañana soleada. Comenzamos en Valenca do Miño, en Portugal, de modo que tuvimos la suerte de cruzar el puente internacional sobre un Miño grande, gigantesco, casi como una mar chiquitito. En la baranda del puente algunos candados daban fe de la existencia de parejas enamoradas. Mi hijo quiso poner uno de los dos y me encantó la idea, pero como era fiesta no hallamos tiendas abiertas para comprar el dichoso candado, así que todo se quedó en una broma. Como decía, fue una mañana de risas y chistes, sobretodo de parte de Javier, que siempre es muy chistoso. Yo disfrutaba de su emoción por el camino y le dejaba hablar y hablar.

Sin embargo, unas horas mas tarde descubrimos que el camino no se recorre en una hora. Los kilómetros comenzaron a hacerse pesados y los silencios mas frecuentes; afortunadamente el paisaje fue variando, pasando de casas y carreteras a arboles, bosques y caminos de tierra. La experiencia nos empezaba a ahondar, los silencios por el cansancio se convertían en momentos de deleite para observar el escenario que la naturaleza nos mostraba: pequeños riachuelos que aparecían de repente, arboles enormes cubiertos de liquen, y humedad y verde, y verde y humedad. Porque si Galicia es algo es humedad con olor a tierra, es frescor de lluvia fina, es verde de bosque cerrado, es verde fuerte, verde oscuro.

Nos detuvimos mil veces, o quizá no fueran tantas, hasta que nuestros pies reclamaron un albergue donde descansar. Una primera jornada dura, me duelen hasta las pestañas, pero con buenos momentos; eché de menos el buen juicio y la organización de que hacen gala algunas personas en los viajes, pero nuestra improvisación nos regaló instantes que no esperábamos. Ahora toca descansar y prepararse para la nueva jornada. Hoy dormiremos en O Porriño y mañana 15 km hasta Redondela. Por cierto, la gente amable hasta no poder mas. Echamos de menos a quienes no vinieron, pero no nos sentimos solos, pues sabemos que su espíritu y su fuerza nos acompaña.