Hoy empieza esa aventura tan loca de recorrer 120 km del Camino de Santiago. Y digo loca por la forma tan intempestiva de decidirlo, prácticamente de un día para otro. Pero mejor así, de esta manera la aventura quizá sea mas aventura. Mi hijo es mi acompañante y mi apoyo. Ya es un hombre, no solo por sus 18 años, es un hombre por su madurez, mas de la que yo mismo creía. Lo natural es que los padre guíen a sus hijos, sin embargo puedo decir que mi hijo es quien me esta salvando a mi.
Yo me había hundido y no encontraba mas que olas a mi alrededor que rompían contra mi con furia, muchas de ellas, sino todas, creadas por mi mismo. A veces las peores tormentas son las que nosotros creamos. Estaba ahogandome y mi hijo abrió su mano, una mano que por su juventud creí que no tendría fuerzas, pero las tuvo. Y me rescato. Y ahora emprendemos un camino que no se donde nos llevará. Sólo sé que debo mirar hacia delante sin miedo y confiar. Dejo atrás muchas cosas, otras, las buenas, me acompañarán en este caminar para hacerme mas fuerte, tal vez mas sabio. Mientras escribo voy en un tren hotel y es por la noche. Los trenes son buenos caldos de cultivos para los escritores.
Estar aquí sentado en el coche cafetería, solo con mis pensamientos y el movimiento de vaivén del tren no tiene precio. Mis fantasmas siguen ahí, cerquita, pero menos definidos, mas tranquilos; quizá se cansen y me abandonen en el camino.
Me alegra que hayas encontrado en tu hijo ese apoyo que tanto necesitabas. Esos fantasmas acabarán por esfumarse en la niebla y espero que el camino y la compañía de tu hijo te ayuden a conseguirlo.
Un beso shakiano!!