He estado bastante liado estas últimas semanas con el Tour 2015, y no he podido escribir para que sepáis cómo van las cosas. Pues bien, Sant Jordi fue todo un éxito para El manuscrito de Avicena, pues pese a los años sigue en forma batiendo todos los récords de venta cuando voy a una tienda. No sé si con cuatro años, un libro se puede considerar ya un anciano, pero si es así, el mío goza de una Tercera Edad estupenda.
Hay situaciones que he vivido estos días que no quiero pasar por alto, y que me han aportado mucho como escritor, pero más aún como persona. En Sant Jordi, creo que ya lo he contado en algún sitio, conocí a un chaval cuyo padre había estado comprando mis libros año a año, y leyéndolos (lo cual tiene su mérito, no creáis), también su hijo. Y este año se encontraba enfermo y no podía ir, así que le tocó al hijo. Es de agradecer ese cariño de personas a las que nada te une salvo unas letras impresas que algún día, en el pasado, escribí en la soledad de mi casa o de un tren, o de un avión, cualquiera sabe.
Es como si mi mente se conectara con la vuestra, como si fuese telepatía a través del tiempo. Esto que estoy pensando ahora mismo (que será el pasado para ti), lo estarás leyendo tú en algún momento futuro (que será el pasado para mí), es decir, tú y yo estaremos conectados a través de la distancia y del tiempo con el único recurso de mis pensamientos. ¡Qué poderosas son las palabras!
Volviendo a mis viajes, ha sido extraordinaria la acogida en Málaga y el viaje que realicé desde Barcelona. Conocí a gente estupenda que te presta un colchón para dormir en el suelo, así, sin más, sin pedirte nada a cambio, solo porque sí. Y además se niega a aceptar dinero ni un libro tampoco. Creo que el mundo está lleno de buenas personas por mucho que los gobiernos y los banqueros nos hagan pensar lo contrario.
En Málaga tuve la suerte de que me visitaran lectores que vienen siguiéndome hace tiempo, que ya puedo decir que son amigos, y que esperan cada año a que les visite para volver a comprar mi última novedad, aunque, como en este último libro, no sea de su género favorito. Eso es de agradecer. Y también tuve la oportunidad de conocer a una bellísima escritora (y si es guapa por fuera, mucho más lo es por dentro, creedme), y me refiero a la periodista Estefanía Nussio. Tenéis que leerla.
Curiosamente, me topé con la italiana (Laura) a quien el año pasado mi editor le regaló Cuaderno negro en un extraño concurso muy divertido. Ella, que llegó por casualidad a nuestro stand, luego leyó el libro y se volvió seguidora. Este año se ha llevado la nueva edición de El manuscrito de Avicena. Lectores como Laura, ganados uno a uno y con todo el cariño del mundo, hacen ver de otra forma la literatura, y me hacen sentir menos solo en esta vocación con la que sobrevivo o lo intento.
Os escribo desde mi tierra, en Ceuta, un lugar acogedor al que siempre vuelvo. Nunca hay que perder las raíces. No sé qué tal me irá en mi ciudad, pero estoy seguro de que será toda una aventura, como siempre.
Gracias por estar ahí, al otro lado de mi pensamiento.
No sabes cuánto me alegro Ezequiel, por ti y por todo lo que aun tienes que entregar a tus lectores. Un beso grande.