Allá por el mes de noviembre, vi un anuncio en el que Ana del blog «Kayena: negro sobre blanco«, sorteaba dos ejemplares de esta novela, y me apunté, al tiempo en que ponía en marcha este blog, que principalmente está destinado a llenar de mi gran afición a la música y todo lo que la rodea, pero en el que también he decidido incluir algunos breves comentarios sobre libros que, por alguna razón merezcan un hueco en mi librería.
A principios de este año, Ezequiel puso en marcha: «Club de lectura «El Manuscrito de Avicena«; donde, antes de leer el libro, he podido descubrir las claves de esta obra y, gracias a que en ningún momento han desvelado sus grandes secretos, al adentrarme en su lectura he comprendido de una manera fascinante, alguno de los porqués que nos plantean los personajes y la propia historia.
La historia va creciendo al mismo tiempo que vamos pasando páginas, y cada personaje que conocemos nos atrae de igual manera, todos con un pasado y unas ganas locas de cambiar su futuro, dejándose llevar por los acontecimientos e involucrándose de igual manera, para llevar a Simón al desenlace de la gran busqueda; aunque la busqueda termina por ser de todos, porque para cada uno tiene un significado diferente.
El mundo que rodea a Avicena y las clases de historia, en las que recordamos y aprendemos sobre Jerusalen, el Cid Campeador, la reina María Cristina o el decreto de la desamortización de Mendizabal; son pequeñas aportaciones que al tiempo que nos sitúan, nos transportan y nos hacen desear otras lecturas.
Y viajar, porque cuando cierras el libro, y cierras los ojos, te imaginas en múltiples destinos, como el Museo Hermitage en San Petersburgo, el pueblo de Caleruega en Burgos o el Parque Marítimo del Mediterráneo en Ceuta; lugares que apunto desde hoy a mis próximos destinos, por lo menos los de España, porque las descripciones de Ezequiel animan a ello.
A estas alturas, sobra decir que he disfrutado y que lo recomiendo.