Los personajes de mi próxima novela se escapan o pequeño aperitivo….

Toni sacudió la cabeza. No podía creer lo que sus ojos veían por mucho que estuviera allí plantado delante de la televisión. Alcanzó la puerta con una sensación extraña en el estómago, y puso una mano sobre el tirador. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo noticias de ella? Por lo menos cinco años, desde lo de aquello. Abrió con una lentitud deliberada, como si le costara abandonar la habitación, y salió con paso vacilante.

Al poco rato se cruzó con Raquel por los pasillos. Ella le dirigió una mirada desapasionada y siguió su camino sin detenerse. A Toni aquella actitud no le sorprendía, su compañera en el periódico tenía motivos suficientes para alejarse de él. De pronto recordó la imagen de la televisión y a ella, a Elena, sonriendo junto a magnates de las finanzas. No había cambiado nada, fría, seductora, elegante, de ojos profundos y cuerpo sedoso. Soltó un resoplido y entró al ascensor ofuscado. Cincos años y aún no había conseguido olvidarla, ¿por qué?

Salió fuera, se apoyó en la pared y sacó del bolsillo de la chaqueta el paquete de tabaco. Elena consiguió desaparecer después de aquella historia, la policía no había podido encontrar su pista. Fue el mismo día en que él escapó, el mismo día que la descubrió, que descubrió su engaño, después de aquella noche, de aquella única noche. Prendió el cigarrillo con parsimonia y le dio una larga calada, luego fue soltando el humo de forma gradual regodeándose en la sensación. Necesitaba calmar sus nervios, necesitaba recomponer su juicio. ¿Qué debía hacer ahora? Pensó en la policía, era lo más lógico, y después en localizarla por su cuenta, y luego volvió a pensar en la policía y más tarde de nuevo en encontrarse con ella. ¿Cuál sería la decisión correcta?

Al acabar el pitillo lo arrojó al suelo y lo pisó con rabia. Si no hubiese sido por su engaño. Muchas noches soñaba con aquel hotel, con las sábanas de seda revueltas entre los pliegues de su cuerpo, con el sabor salado y agradable de sus pechos, con su mirada de pantera dueña de la noche, con la suavidad de sus manos deslizándose por su torso. Entonces se despertaba de repente doliéndole su ausencia casi como un dolor físico concentrado en la boca del estómago.

¿Dónde había estado todo este tiempo? La pregunta le asaltaba machaconamente. Se abotonó la chaqueta al sentir el relente de la mañana y decidió dar un paseo por el parking para aclarar las ideas. Una suave brisa primaveral le revolvía la mata de pelo grisácea. Metió sus manos de oso en los bolsillos del pantalón, guiñó los ojos mientras desviaba la mirada al cielo y luego empezó a andar. Elena vestía un abrigo muy ceñido, sin duda caro; se había situado alejada del foco principal, casi en las sombras, pero durante dos segundos la cámara se posó en su sonrisa tensa y sus ojos esmeralda. Era una reunión de altos directivos de la banca española y extranjera según explicó la reportera.

Sólo tenía dos opciones, coligió, entregarla al juez o mirar hacia otro lado. Lo pensó un momento para luego decidir que existía otra posibilidad, ir al hotel donde se celebraba la reunión. Podría verla, pedirle explicaciones…